1/12/09

TRES DE LA TARDE EN LA CAPILLA


Tres de la tarde en la capilla de un incoloro lugar. Hacía frío, mucho frío. Las tablas del techo, pintadas burdamente de mural, se revestían de telarañas y de pequeños insectos que ya habían taladrado mil y un ojos en los repugnantes rostros deformes de los angélicos remedos. El barniz se levantaba en grandes escamas y convertía la bíblica escena en un pasaje dantesco. Las lámparas colgantes, tan fastuosas como inservibles, solo eran columpios de palomas grises que a su gusto decoraban los falsos cristales con constantes excreciones.

Olor a incienso, amargo e irritante, como la hipocresía de ciertos visitantes, que a riesgo de incendiarse por el combustible que guardaban en sus almas, hasta habían escogido sitios en las primeras filas, y cuyo gangoso conversar los delataba aun desde mi distancia.

“Polvo somos y en polvo nos convertiremos, por tanto vigilad vuestras acciones, y sed caritativos ante la necesidad de la Iglesia, para que vuestra alma, luego del último suspiro, no encalle, sino navegue por mansas aguas de dicha eterna”, decía con rancio dolo el sacerdote oficiante. En tanto, los animalillos del techo, se ganaban la existencia masticándole la entrepierna a cuanto beato se retrataba en el cielorraso, y las palomas dejaban la quinta parte de su contenido estomacal en las narices de las vírgenes y los mártires, cuyas estatuas mostraban un mantenimiento directamente proporcional al peso del cajón de ofrendas que cada cual regentaba.

El silencio del auditorio se ahuyentaba cada cierto tiempo ante los apremiantes accesos de tos que se disputaban supremacía, en una cadencia geriátrica y pediátrica nada elegante. Todo ello recrudecido por el tóxico discurso del prelado, quien a la altura de la quinta misa del día, ya era un franco pecador, por la lujuria con que deseaba el momento del buen sorbo de vino. El sacristán preparaba las campanillas, para anunciar con la comunión el tormento de las rodillas flacas o viejas, que unían su estruendo al del crujir de las banquetillas; olfateaba el cáliz y destapaba la espirituosa botella que el cura hablantín le había sugerido de previo y tras bambalinas. Un sacristán no cuestiona, se decía seguramente a sí mismo, solo sirve y espera, pues la recompensa por sus servicios sería contante y sonante, amén del improvisado brindis que siempre se granjeaba.

Otra paloma y más gusanillos con apetito, casi podía sentirlos comiendo la “obra” del Señor.

“Verá el Paraíso, quien se arrepienta y además auxilie a sus pastores –proseguía la herejía- con la generosidad que Cristo nos enseñó”. De nuevo la tos de algún parroquiano me sustraía de la elucubración, percatándome ahora del tintineo de las monedas, de quienes a buen precio y con descuento, pensaban comprar la Gloria. Más campanillas para seducir más monedas, más incienso, … más frío.

Mis piernas dormidas, insensibilizado el cuerpo, rígido el cuello y aburrido el juicio gracias al empedrado peregrinar de la homilía, que ya contaba quizá una hora y no habían siquiera indicios de que doblaran pronto las siempre esperadas campanas de despedida.

Entregué de nuevo mi atención a la estrecha vista hacia la cúpula, igual de pintarrajeada, con visos de naturalidad solo en los tres nidos de golondrina que se divisaban habitados entre sus arcos y los pináculos de las columnas. Golondrinas alimentando a sus polluelos con los gusanillos que devoraban santos –pensé-.

Luego de más tiempo al fin campanas, bullicio, movimiento caótico, rostros y más tos, la desbandada de palomas y golondrinas, el adiós a los adivinados gusanillos.

El frío, intenso como había sido mi espera. Decaían la luz y el ruido, mientras abrían la puerta de mi descanso y cerraban la ventanilla de mi ataúd.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribes mucho mejor que los propios ángeles, quiero quedarme con lo maravilloso de tu texto que es esa esencia pura y mística de despecador, única y formidable querido R.
Te beso y te abrazo

Despecador dijo...

Gracias, de verdad aprecio el tiempo que te has tomado para leerme y escribirme. Un abrazo enorme.

Cristibel dijo...

Increíble. Pude ver cada imagen. Espero verte pronto.

Kelly dijo...

Maravilloso, el final impredecible y triste.
Cuando entre a una iglesia la miraré con otros ojos.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Feliz Navidad querido amigo, mis mejores deseos para estos días y siempre, paz amor y felicidad, es mi deseo.
Beso grande

Anónimo dijo...

Feliz solsticio, el año nuevo por llegar, ya falta nada, ahí estaremos ¿verdad?.
Un beso y mucho cariño

Anónimo dijo...

Ya llegó, mil besos, te quiero mucho R.

Anónimo dijo...

Para cuándo el próximo R.? no nos prives de tus letras... por favor.
Un beso lleno de cariño