2/9/13

La Obra


Enderezó su calavera de paja, miró al cielo todavía oscuro y arremangó los puños a su alma de diamante, súbitamente los colores que forman el pensamiento se habían madurado en un cuadro suficientemente lúcido. Sabía que las ideas son errantes por naturaleza y que la inspiración es un perfume.

Confió en sus dedos para la alquimia de las palabras y se puso a escribir. La luz llegó bañada, el sonido de la lluvia matinal era la voz de la casa, del paisaje, del mundo en ese instante de instantes grises. Sabía que la lluvia puede filtrarse en la cabeza, y en tal caso apaga los colores y ablanda la compuerta de los ojos, por eso la gente llora, porque el llanto es hijo de la lluvia; pero éste no era su caso.

Se sentía empujado a empezar por el final, sabía que la mente suele enamorarse de los finales porque los inicios nunca nacen de ella. Se negó, y los nervios tradujeron a las manos la insondable pintura sugerida por el universo paralelo de donde vienen los sueños y la felicidad de la vigilia.

Una tras otra, las palabras se engendraban, las neuronas parían la trémula vida de los recuerdos, alterados éstos por la urgencia del gozo y por el instinto de supervivencia que defiende las debilidades.

Hacía algo de frío, quizá el calor se concentraba en su corazón. Seguía escribiendo tan rápido como sentía, porque no se puede escribir sin sentir y el que siente tiene que escribir. Sabía que las invitaciones dignas no son frecuentes, y menos frecuentes lo oídos capaces de escucharlas.

Las letras le alimentaron el hambre, el tiempo se perdió con la voluntad y volvieron mucho después, con las horas gastadas, despeinadas, como besadas con arrebato. Tropezó miles de veces con los parpadeos, pero siguió adelante.

Llegó la noche a dormir en humedad y a convocar palideces. Había terminado su obra.

El final lo tomó por sorpresa, su hoja estaba en blanco. Recordó que siempre se empieza por el final, así que escribió el título antes de dormir, aunque sabía que estaba despertando.

3 comentarios:

Muchacha con sombrero dijo...

Me gusta muco la parte que dice : "y volvieron mucho después, con las horas gastadas, despeinadas, como besadas con arrebato". Muy lindo. Saludos.

Anónimo dijo...

Pintas el cielo de colores y haces que el desierto se convierta en oasís de belleza con tus letras.

Qué maravilla

Abrazo inmenso

Anónimo dijo...

No sé si se ha enviado el comentario R.
dime si te ha llegado, por favor.

E.