22/11/08

EL FINAL


Para el final de la vida se quedan los recuentos, los inventarios de llanto y de carcajadas, la sumatoria de las libertades y las represiones, la despiadada compilación de lo dicho y de lo callado, de lo vivido y sentido, y de los días con sus ocasiones que quizá tan solo hemos atestiguado. Para el final de la vida queda el arrepentimiento que sabe y huele al descomunal vacío que deja un bosque volcado, queda una suerte de urgencia con nuestro nombre, que veloz nos sobrepasa, encalla y se ahoga ante nuestros propios ojos en un espeso charco de arenas movedizas. Queda entonces el arrepentimiento por lo que hicimos a sabiendas de la incomodidad de la verdad, esa vetusta madre que nos tatúa las culpas, o por lo que no hicimos, aun cuando conscientes y convencidos hubimos amordazado al corazón y sofocado su quintaesencia con intención criminal o con simple indiferencia, ambas, después de todo, comparten la letalidad de su efecto.

Y las preguntas llueven al final como presagios de una sentencia, las aguas de la esperanza se desbordan para aliarse a nuestra sed, y los caminos que nunca transitamos por consejo de la cobardía, regresan trocados en laberintos que, cual serpientes vengativas, esta vez se anudan en nuestro endeble cuello, porque en asuntos de vida no existen atajos, ni perdón posible para la cobardía.

El “ahora” se vuelve tóxico, escaso, difuminado y en caída libre, transformado al final en veneno, por imposible, irreal e inalcanzable, momificado en las tumbas del pasado, vertido sin usar en una fosa común donde dejamos pudrirse el tiempo. El virulento “ahora” con su marea de momentos idos, multiplica su seducción como lo hace la boca de la hermosa muerte y su eterno beso de sueño, acrecentando la agónica sed de vivir. Se realiza la alquimia de los instantes, y del plomo de su juicio humano, amanece un dorado destello que enceguece a la avaricia misma por existir.

Las oportunidades se desvisten de reflejos y descubren su desnudez formada de una sola encrucijada, un solo circuito interminable: Ser o no Ser, Fuiste o no Fuiste. Incontables los fantasmas mentales, la pavorosa imaginación intenta revivir, a precio de hadas y duendes muertos, mil y un cuentos con nosotros como demorados protagonistas. Es la desesperación del final, en quien ha desconocido el camino.

Cuando llega el final se abren los calabozos que suelen permanecer vigilados por lo vano, carcelero por excelencia, se desploman las prisiones construidas por el déspota que se atrinchera en la mente para contener a la vida, y escapan los reprimidos: abrazos, palabras, caricias, sensaciones, sueños y deseos, para arremeter convertidos en buitres que detectan el nauseabundo hedor del tiempo agonizante y predicen el peor de los finales: el suicidio por inexistencia, consumado día tras día.

Para el final es que esperan a parir las angustias, reproducirse los miedos e hincharse los apegos como un merecido escarmiento, bebiéndose nuestras sustancias en una última cena y desecándonos el alma antes que el cuerpo.

Para el final quedan los rezos como fertilizantes de la fe, quedan las despedidas a quienes siempre olvidamos dar las bienvenidas, quedan los apurados enjuagues de vida en quien ahora padece por deshidratación de amor. Quedan las ofrendas desteñidas por el llanto y el sabor acre de la compasión cuando se recibe con adioses.

Queda cortando y sin sopor, la quirúrgica cuchilla del ansia por regresar: a la concepción, a la consciencia, al olor, al regazo, al pecho, al arrullo, al juego, a la magia, a la canción, a la mirada, al susurro cardíaco, a la tibia almohada de piel, al manantial de besos, a la frágil posición entre la espada de cielo y la tierra por pared, al vértigo de los sueños que devoran al tiempo, al remedio del que nos nace la fe, al mundo de las preguntas, al vislumbre de Universos en las pequeñas cosas, al ungüento de aliento, al refugio de enaguas grandes, a los asomos de libertad, al hormonal “golpe de estado” del que germina el adulto para empezar a morir, al encuentro con el cuerpo, al misterio de la compañía y el milagro de la soledad, a la palabra y al silencio porque la palabra es silencio y el silencio es verbo, al oro del minuto y al plomo de la prisa, al volátil tesoro de la vida, que tanto crece y vale cuanto más se derrocha.

Al final queda, que aun queda el final. Queda la esperanza de que los ojos que leen este cuento aun puedan ver diferente al mundo, en su tránsito hacia el final.

Al final… el horizonte no es otra cosa que una invitación a caminar, como la muerte no es más que una invitación a vivir.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Has hecho un magistral paseo por los diversos tiempos de vida que en realidad son los mismos tempos que nos empujan a muerte. El final no es más que el principio. Intensa reflexión, yo nunca me plantearía todo eso, no, no me hago preguntas, soy una esceptica y no suelo encontrar respuestas a casi nada, llevo puesta la directa intentando que me opriman el cuello las menos cosas posibles, me niego, estoy aquí, en esta tierra para por lo menos manejar mis hilos yo, por más que sé que me manipulan, pero lo menos que puedo, no me dejo. Y la religión, nunca lo ha conseguido, por eso vivo tranquila, sin miedo.
Te leo y abro la boca y babeo y me pongo de repente a aplaudir, y pienso "como puede ser tan bueno, escribir estas maravillas", entonces pienso en que me gustaría tenerte cerca, conocerte, charlar, darte um abrazo... muchas cosas siente mi corazón cuando te lee, muchas.
Muchísimos besos y un abrazote grande grande, de oso

Despecador dijo...

Calma, mi siempre amable Calma, se que vamos a estar cerca, que voy a conocerte, que vamos a charlar, que voy a darte y pedirte un abrazo.
De nuevo muchas gracias por tu oportunísimo abrazo de oso. Bienvenida.

Anónimo dijo...

Joooo me encantaría que eso sucediera... bueno, te creo, si lo dices tan seguro, LO CREO.
Besos y besos para toda la semana...

Anónimo dijo...

Interesante relato, con un final más interesante aún.

Verónica E. Díaz M. dijo...

Pues, sonreía mientras leía, reflejada en esas letras sin tiempo y sin dueño, por universales...

Un final feliz es el dueño último de mi tránsito, la fuente de mi terquedad y el faro de mis pies...

Un abrazo

Anónimo dijo...

Siento que estás ahora mismo por aquí... y me emociona pensarte cerca...
Gracias por tu abrazo por tus besos, te los devuelvo con la misma intensidad...

Anónimo dijo...

Pensaste que me olvidé??? ahhh no no, aquí estoy llena de besos para que no te falten (los míos) en todo el fin de semana...
Y un abrazo de oso...

Anónimo dijo...

Verdaderamente magistral, lo que has escrito y sentido se entremezclan tanto que no se puede ya divisar la línea infinita que separa lo uno de lo otro.

Te dejo un gran abrazo y un sentimiento .